Me gustaría poder hablar con el encargado de darle al botón regulador del clima. ¡ Hay que ver lo mareado que anda y lo que nos marea a todos !. ¡ Mira que nevar hoy, cuando hace dos días nos quejábamos de calor ! ! A lo mejor es que tiene que volver al cole y repasar las estaciones. Creo que ha olvidado una que se llama Otoño (...when the leaves are falling down...larala,larala...). Y es una pena.
Y digo pena, porque el Otoño nos regala unos cielos extraordinarios. La variedad de colores abriéndonos en abanico toda su más amplia gama, unida a los efectos de luz que proporciona el sol con sus reflejos a veces cegadores, y el toque que añade la humedad atmosférica, dan como resultado un espectáculo estremecedor. Son cielos inspiradores, románticos,nostálgicos, rebeldes, guerreros, esperanzadores...Cabe cualquier calificativo, todo depende del estado anímico de quien lo contempla y de la conversación interna o no, que mantenga al lanzar sus deseos al viento. Viento que por cierto juega un papel importantísimo pues es el encargado de pasar página. Gracias a él la escena que estamos contemplando cambia constantemente sin que nos dé tiempo de apreciarlo. Ahí radica el secreto de su atractivo : está en continuo movimiento y por eso nuestra imaginación le sigue el ritmo y cae en la ensoñación.
Hoy os quiero mostrar tres cuadros que corroboran lo escrito y que nos explican por qué en más de una ocasión, compararon los cielos que mi madre pintaba, con los del gran acuarelista William Turner que, entre otras cosas, destacó por el modo de pintar los cielos ingleses.
El primero es una acuarela con un cielo borrascoso y un sol que hace amago de salir. Cielo y tierra se confunden unificando el paisaje y creando un todo gris, oscuro y otoñal tardío. Sin embargo, consigue que el mínimo reflejo del sol, dé la suficiente luz como para que el paisaje no nos caiga encima y tenga un contraste que haga de esta acuarela, un momento fascinante.
El trazo del pincel es prácticamente inexistente. Parece como si el cielo se hubiera pintado solo, sin dejar a la artista meterse con él y diciéndole : " Déjame a mí que yo mismo me cree ". Luego llega el Sol, con todo su poder y su luz y añade : " Nubes,¡ apartaos !, dejadme sitio que necesito hacerme notar ". La pintora se limita a diseñar una tierra cultivada de girasoles que ansían esa alegría y calor que el Sol les da.
Juzgar vosotros mismos el resultado.
PAISAJE 1978
Acuarela 32 X 25
La segunda obra de hoy es un óleo y cera que refleja una vista de Villajoyosa tras una tormenta.
De sobra es sabido que La Vila es el pueblo de las casas de colores, de hecho, aquí aparecen. Sin embargo, en este cuadro,el protagonismo lo tienen el conjunto de fachadas blancas, reflectando esa típica luz que aparece después de un diluvio y son las que consiguen dar esa intensidad al cuadro.
Se presentan las casas fuertes, unidas, abiertas y bien organizadas, como dispuestas a hacer frente a un nuevo temporal o a una segunda borrasca.
El cielo anda revuelto y muy nuboso, pero uniforme. No promete lluvia pues las nubes están altas. Lo que sí que promete es protección; abriga toda la bahía y no molesta demasiado, pues hasta el mar luce un azul intenso, nada que ver con el gris plomizo que adquiere en días lluviosos.
Contemplando este cuadro sólo podemos decir que hasta en días grises, el Mediterráneo y sus pueblos son
preciosos.
VILLAJOYOSA 1987
Óleo y cera sobre lienzo 102 X 74
Y la tercera obra de hoy, es una vista del pueblo alicantino de Tibi en un día otoñal cualquiera.
En este caso las nubes están pintadas tal y como son en la realidad. Yo las miro y las huelo. Me llega el aroma húmedo de lluvia, siento el frío de la Foya de Castalla, me apetece comer castañas....Mi madre aquí consiguió pintar unas nubes llenas de agua, que van a descargar de un momento a otro.
Otro matiz a destacar en esta acuarela es la sombra de la luz solar que se refleja en las fachadas laterales de las casas. Aparece el pueblín lleno de luz entre árboles oscuros y montañas, como saliendo a flote tras haber superado un frente de mal tiempo. Seguro que si lo seguimos contemplando, no tardaremos en ver niños corriendo llenos de barro.
TIBI 1980
Acuarela 49 X 34
SI TENÉIS TIEMPO,
NO DEJÉIS DE CONTEMPLAR LOS CIELOS OTOÑALES,
TAL VEZ EN ELLOS,
ENCONTRÉIS EL REMEDIO A VUESTROS MALES.