Esta mañana al conectar la radio, me ha maravillado la primera noticia con la que me he encontrado.
( La frase me ha quedado un poco de pareado, pero decido no cambiarla porque el mensaje me resulta positivo y ojalá que todos los días me ocurriera lo mismo).
El caso es que hoy se está celebrando en las montañas de Montserrat, el 8º Encuentro de los Abuelos Sabios. Parece ser que desde hace siete años viene celebrándose este tipo de reuniones en las que los diez o veinte (no recuerdo exactamente) abuelos sabios del mundo ponen en común la sabiduría adquirida y lanzan al mundo su mensaje de paz.
Isabel Gemio, en su programa de Onda Cero de fin de semana "Te doy mi palabra", ha tenido ocasión de entrevistar a dos de estos abuelos, Eduardo (boliviano) y Milagros (española). Me ha gustado mucho lo que ellos han dicho, pero lo que me resulta más importante, es el hecho de que se realice este evento. Y lo considero importante porque me parece maravilloso que, al menos en algún momento y lugar, se valore la experiencia de la vida, y la sabiduría de nuestros mayores que tanto nos podría enseñar si nosotros quisiéramos escucharles más.
Personalmente siento una cierta debilidad por las personas mayores. Desde pequeña he vivido rodeada de ellas. Unas eran familiares y otras amigos, pero eso daba igual, porque me encantaba escuchar sus batallitas, aprender de sus lecciones, ser eco de sus refranes, y receptora de sus consejos.
Recuerdo que en 1980, mi madre se instaló en el Asilo de Alcoy para plasmar en sus pinturas la vida que allí transcurría. Pintó más de veinte cuadros entre acuarelas, carboncillos y pasteles.La temática fue de lo más variada, ya que igual pintaba un rincón coqueto del asilo, que a cuatro abuelos jugando al dominó, o que a una hermana aseando a una viejecita, guisando o sirviendo en el comedor. Luego donó todas las obras al centro, gesto que permitió decorar las paredes con algo más que crucifijos y láminas de vírgenes o santos. Al mismo tiempo permitió que la gente que visitaba a los residentes, fuera consciente de la gran labor que estas monjas realizaban, así como de que la vida en ese lugar transcurría tranquila, no teniendo nada que ver con la imagen que se tenía de los antiguos asilos.
A mí me encantaba ir a estar con mi madre, porque siempre hablaba con los ancianos, algo que me enriquecía mucho, y de paso ayudaba un poco a las monjas en sus tareas.
El día que se colgaron los cuadros supuso toda una fiesta. Se hicieron pasteles y se invitó a merendar a los parientes de los residentes. Los ancianos al verse rodeados de más familiares de lo habitual, y de tanta algarabía, rejuvenecieron por momentos y tuvieron tertulia y otra batallita que contar, durante un tiempo.
Hoy subo tres obras que vienen bien para ilustrar esta entrada dominical y que reflejan, la primera una gran ternura, la segunda es fiel reflejo del abuelo-niñero, y la tercera es una plumilla de mi abuela Milagro a quien recuerdo con especial cariño y de quien aprendí mucha filosofía de la vida.
Espero que nunca dejen de celebrarse este tipo de encuentros y que, ante todo, sirvan para algo. Como Isabel ha dicho, a ver si algún día los niños empiezan a dedicar más tiempo a estar y hablar con sus abuelos, en vez de pasarse el día con la Play y el móvil.
MIRAD A VUESTRO ALREDEDOR Y SI TENEIS UN ABUELITO A MANO, NO LO DEJÉIS ESCAPAR. HABLAD CON ÉL Y APRENDED DE SU EXPERIENCIA.
ABUELA CON NIETO 1964
Acuarela 48 X 69
ABUELO CON SU NIETO, VILLAJOYOSA 1989
Acuarela 48 X 69
MI ABUELA MILAGRO 1978
Plumilla 36 X 49